
Con tan tierna edad fue ordenado sacerdote y predicó la palabra de Dios. ¿A quién le extraña?¿No había sido inspirado por el Espíritu Santo en una pila bautismal doméstica, con otro nombre impío, bañera? Aconsejado por sus padres, predicadores consagrados, esa misteriosa relación con la divinidad le encaminó hacia un negocio lucrativo: el de lo sagrado, lo que los americanos llaman “Holy”, que es lo más parecido a los exvotos de Lourdes. Si Lutero se escandalizaba ante la falta de escrúpulos de la Iglesia Católica, estos evangelistas no tenían nada en contra de que ese rédito acabara en sus bienaventurados bolsillos. Con una mímica pentecostal y una oratoria melodramática, Goertner curaba almas descarriadas e inflamaba de esperanzas a moribundos y enfermos crónicos, lo que engordaba la cuenta corriente de sus progenitores, y no a su paloma inspiradora que no recibía ni un penique por sus oraciones.
Cuando el joven cumplió dieciséis años, su padre tuvo una visión terrenal que cambiaría su vida: arrambló con los millones que había amasado el verbo divino y desapareció de su horizonte espiritual. Desorientado, el muchacho buscó refugio en una mujer mayor que él y, al poco tiempo, llevó una vida disipada de hippie por la tierra prometida de California.
El título de un disco que grabó ya de por sí es significativo: Bad, but not Evil. Los chicos malos venden... hasta cierto punto. El joven Goertner, tal vez inspirado por el ejemplo paterno, vegetaba durante seis meses con varios amigos melenudos y, si se le acababa el dinero, predicaba otro semestre para vagabundear otro tanto con la ayuda del Espíritu Santo, ya se sabe que este último siente predilección por los vagos y maleantes.
¡Pobre Marjoe! Tras vivir unos años de su vena oratoria, le alcanzó el arrepentimiento y para redimirse rodó un documental sobre el negocio santo. En la película, tras algunas ceremonias religiosas, aparecen algunos de estos profetas con sus managers hablando de denarios y talentos, y lo más escandaloso: contando montones de fajos de billetes.
La película fue un éxito y recibió un premio, pero lo que prometía una carrera espléndida se enquistó en varios filmes, en los que Goertner bordaba un único papel: el de un predicador carismático.