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martes, 18 de mayo de 2010

La Revolución de Piquillo

Una mujer con barbilla de pico y nariz de cerrojo. Una verruga le cuelga de la mejilla reseca; los labios metidos para dentro, chupados; la boca, que no cesa de mascar saliva, es el hogar de unos dientes náufragos. Unos ojillos asoman semiclandestinos y se abisman en los secretos de la eternidad. La espalda concorvada y los brazos se contraen a un tiempo dentro de su envoltura negra. La vieja se apuesta junto a la iglesia y recibe las ofrendas generosas de los buenos ciudadanos, prestos a calmar su mala conciencia tras acudir a misa.
Unos años más tarde, casi un siglo, las iglesias están vacías y los escasos feligreses miran a la vieja con asco, casi con vergüenza. Ha sido durante siglos una mujer respetada, elevada a los altares por la Iglesia Católica, casi al mismo nivel que la virgen María. La anciana, no obstante, es consciente de los vaivenes de los tiempos, quizás porque se sabe inmortal. Es cuestión de forma más que de contenido.
Un cirujano le hace la cirugía estética: le recompone los miembros descoyuntados y la rejuvenece. La imagen recatada, de negro riguroso, es sustituida por unos vaqueros deshilachados y una camiseta ajustada. Donde antes se ocultaban unos pechos marchitos, ahora se exhiben sin pudor unos senos turgentes. El rictus severo de los labios es abandonado por una sonrisa alegre y casi sensual, y la cabeza tocada luce una melena suelta, digna de los cuadros de Boticcelli. La imagen saturnal, casi infernal de los tiempos marchitos, se ha transformado en la consagración de la primavera.
Cualquiera diría que ambas son abuela y nieta. Pero, no, son la misma persona. La vieja Caridad, que tanto sermoneó a los viejos burgueses, ha dado paso a una joven atractiva que no impone sus viejos estribillos morales sino que seduce por sus encantos personales. La anciana iba tapada hasta las cejas, la joven adolescente no dudará en desnudarse o en correr una maratón por una buena causa.
La vieja Caridad cristiana ha reaparecido y, como tiene mala prensa, se ha mudado en Solidaridad, una joven agraciada. Forma parte de un fenómeno posmoderno: La revolución de las palabras. Muchos de nuestros contemporáneos han descubierto que es más fácil cambiar el lenguaje que la sociedad. Vestimos una realidad muy fea con sus mejores galas y hacemos de una prostituta una gran señora. ¿Qué ha sido de las grandes consignas revolucionarias? Se han incorporado a este nuevo mundo. Los revolucionarios decimonónicos le declararon la guerra a los burgueses; el ciudadano solidario, no menos aguerrido, le hace la guerra a los kilos y a la polución. Nada de apuntar nombres y apellidos. Eso ya no se lleva. Para eso están las cuotas de responsabilidad y las entidades impersonales como la Banca y las Multinacionales. Algo que viene muy bien para no herir susceptibilidades.
¿Hemos renunciado a cambiar el mundo? Hemos encontrado un procedimiento más económico. Sin duda, somos tan perezosos que ya no utilizamos palabras sino prefijos vinculados al campo semántico de la diversidad. Nos encantan- y nos seducen con su sola presencia- las plurigilipolleces y las multimemeces así como toda la rica e interminable diversidad de sandeces. Esas plurimultimemeces se utilizan en cientos de ámbitos de uso: académico, periodístico... Otros prefijos no menos sugerentes son bio y eco. ¿Se acuerdan de las ecotasas? Pongamos un eco delante de todos los impuestos y el ciudadano no rechistará: Ecoiva, Ecoimpuesto sobre la Renta... Multi, pluri, bio, eco son portadores de gran riqueza semántica. No recuerdo dónde pero uno de estos lumbreras proponía la sustitución de la palabra Universidad, demasiada autoritaria y falta de pluralidad, por la de Unidiversidad. No sé, no sé, aún quedarían residuos de falta de pluralidad en el prefijo uni. Tal vez si añadiera la pluriunidiversidad la cosa tendría arreglo. Otra posibilidad es matizar algunas palabras conocidas con un adjetivo que las ponga en su sitio. La palabra discriminación es una palabra muy fea; sin embargo, si le añadimos el epíteto positiva, ya queda muy bien vestida para toda sazón y la podemos presentar a las mejores familias; lo que no transigimos es con la discriminación negativa, eso sí que no; aunque algún aguafiestas nos diga que en el enunciado era la noche oscura y, sin embargo, era negra, hay alguna que otra contradicción y redundancia. Algunos de nosotros nos sentimos irritados ante la infame corte de los milagros que asalta a diario nuestro país. Les propongo una solución: si le pegáramos un tortazo al infame sin que viniera a cuento, se trataría de un ejercicio gratuito de violencia; en cambio, si es una hostia preventiva, la cosa cambia. Hay que tener bien cuidado que si se está hablando entre gente fina-léase la ONU- lo que tocaría sería decir Hostias de Disuasión Estratégica y cuidar que los afectados sufran escasamente daños colaterales. Con lo que la sangre y violencia han quedado relegados al olvido de los tiempos ancestrales y todos contentos.
Algunos de ustedes pensarán que esta Revolución de Piquillo significa claudicar ante las reivindicaciones sociales, sin embargo, intuyo que detrás de este maquillaje verbal hay algo más. ¿Por qué nos gustan tanto los hermosos discursos? Porque creemos que las palabras verdaderamente obran milagros. ¿Se acuerdan del podemos de Obama? Confiamos en que un conjuro apropiado puede cambiar el mundo. Quizás haya parte de razón en esta creencia popular; no obstante, mientras dilucidamos este misterio, nuestra adolescente está buscando un nuevo cirujano, porque le han salido unas arrugas antiestéticas y se le ha dislocado un músculo al correr una maratón solidaria.

8 comentarios:

  1. El problema de esa jerga es que no se trata de nombrar nuevas realidades, sino de crearlas. Por eso resulta tan tóxica y por eso los que no la seguimos somos tan sospechosos. Viktor Klemperer escribió desde la clandestinidad su "Lingua Tertii Imperii", una obra monumental sobre las aportaciones nazis a la lengua alemana. Su lectura es de una actualidad pasmosa, porque no sólo nos ilustra sobre los desmanes lingüísticos de aquel régimen, sino que sirve de aviso para lo que está pasando hoy con lo políticamente correcto y sus aledaños.
    Un gran artículo, Joaquín.

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  2. En 1984 se habla de un nuevo inglés llamado "neolengua", es un antecedente del lenguaje políticamente correcto. No es casualidad que este movimiento haya surgido en países anglosajones donde han actualizado la herencia puritana a través de toda esta jerga. Lo más grave es que, como pronostica Orwell en su novela, la Secretaría de Defensa Norteamericana se convierte en realidad en el Ministerio de la Guerra. Bajo la supuesta "modernización de la sociedad" incluso gobiernos supuestamente progresistas han tomado medidas propiamente reaccionarias- como la privatización de la enseñanza en Cataluña-. No les vendría mal recordar cómo la Gestapo clamó para acabar con los pocos jueces alemanes legalistas en pro de una supuesta modernización de Alemania.

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  3. Saludos, Joaquín. Enhorabuena por tu blog. Tus artículos me parecen muy interesantes, pero quería felicitarte sobre todo por los dos últimos; me parecen, sencillamente, buenísimos. Un abrazo y hasta pronto.
    Fina.

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  4. Muchas gracias, Fina, me alegro de que te gusten y espero que los próximos no te defrauden. Es un privilegio tenerte como lectora. Un abrazo, Joaquín.

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  5. Llegamos a un mundo lleno de lenguaje que supera en retoques estéticos a la protagonista de tu relato y aunque nos traslademos a sus fronteras para rescribirlo con exactitud -siguiendo los valiosos consejos de Roland Barthes- no creo que podamos limpiar el maquillaje o rejuvenecer lo politicamente correcto si no es “inexpresando lo expresable”.

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  6. Muy cierto, Misomar, el lenguaje nos desborda. Y lo que ocurre es que a veces el propio lenguaje, que alguna vez tuvo algún sentido, se vacía de significado para hacer comentarios huecos de otros comentarios, así hasta el infinito y el tedio. Es lo que ocurre con muchos pseudofilósofos, pseudopsiquiatras y pseudocríticos literarios que invaden con su jerga cientos de artículos que no dicen absolutamente nada. ¿Y que ocurre con gran parte del arte posmoderno? Es un arte sin referente, que hace alarde de no expresar absolutamente nada. Por eso asistimos a espectáculos como el de la Tate Gallery en la que a cualquier estupidez como una grieta en el suelo se le atribuye validez artística con contenidos "pseudofilosóficos".

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  7. Si entendemos como arte postmoderno el retorno a la individualidad del que hablaba Lipovetsky o configuración discursiva sin localización histórica de Lyottard e incluso considerando la idea misma de progreso como una idea falsa según el poeta Dionisio Cañas, ese arte ya ha llegado al agotamiento y quien le atribuye validez artística es tan ecléctico como el artista que lo representa.
    En cuanto a los "pseudos" pertenecen a otra dimensión que podríamos etiquetar con un híbrido políticamente correcto: cultura de la basura, por ejemplo y asitiremos con humor a su espectáculo pseudoeditorial?. M

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  8. Tienes razón, msm, si no hay un canón artístico sino caprichos individuales cualquier cosa puede ser una obra de arte. En lo que disiento es que esas supuestas obras de arte aunque en los libros de los críticos se consideren "desfasadas", en las galerías de arte están a la orden del día. Respecto a la cultura de la basura, forma parte del mismo sistema de reciclaje cultural en lo que vale todo, siempre que caiga en gracia, al margen de sus cualidades estéticas. ¿Te acuerdas de los refritos zombies de los clásicos? ¡Eso sí que es un espectáculo pseudoeditorial!

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