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lunes, 3 de mayo de 2010

Storytelling: Historia de un Maccaronni



En la foto un joven encantador, una especie de doble de Frank Sinatra, ameniza las veladas de los cruceros de lujo en Rimini. Su voz encandila con palabras de amor un poco romanticonas, que la gente bien escucha con la indulgencia que concede a las jóvenes promesas. Lo que canta no es muy original, las melodías napolitanas de toda la vida. En la guitarra le acompaña un muchacho no menos simpático, quien canta con un deje atildadamente napolitano, haciendo las delicias de la multitud que se siente transportado a las terrazas de esa hermosa ciudad. El joven cantante no es una gran voz pero promete encandilar con su sonrisa a las multitudes. El guitarrista, no menos dicharachero, queda a la sombra de la arrolladora simpatía del cantante. Las mujeres están cautivadas por este jovencito ingenuo y aquel se deja seducir con la inocencia de sus pocos años.
Unas décadas más tarde este joven ingenuo y encantador controla todos los medios de comunicación de Italia, porque le asiste una gran habilidad para conectar con su público. En la "Historia de un Italiano", un folleto que resume su vida en unas cuantas páginas, aparece como l´uomo, el hombre; no uno cualquiera, el italiano medio que, al recoger flores con una vaga sonrisa, va a llevar a la bota italiana al campeonato mundial de la política internacional. Para eso ha fundado un partido con el mismo eslogan de un equipo catalán, un talismán que arrastra multitudes: Forza Italia. Si Berlusconi es Italia, no le hace falta al italiano de la calle pensárselo dos veces. Votar contra Berlusconi es votar contra Italia. ¡Y le ha arrebatado el cetro a los mismísimos fascistas, portaestandartes de la italianidad!
Berlusconi ha cautivado a las masas con sus canciones, con su Historia de un Italiano, con su italianidad medular. ¿Qué le falta por hacer? Estos relatos son flor de un día, y por eso Il Cavaliere inventa a menudo historias que distraen no a sus compatriotas sino a la prensa mundial de todos sus manejos políticos. Es un gran cuentista que sabe aturdir con sus historias, es el maestro de Storytelling.
¡Qué le vamos a hacer! Silvio es humano, demasiado humano, y su “meteduras de pata” hacen que la bota italiana reciba severas amonestaciones. Cuando visita Finlandia hace gala de sus encantos masculinos con una primera ministra. No lo puede remediar, es un galán empedernido. Menosprecia al reno y alaba las excelencia de la comida italiana. En una visita a una república ex soviética, al ver a la ministra de cultura vestida con el traje típico, propone, como si estuviera entre sátrapas, intercambiar a la bella folclórica por alguno de sus ministros. Cuando le recriminan lo del gobierno rosa español, aquél, sin sonrojarse, insiste -para regocijo de sus compatriotas- en que todo italiano es un Casanova. El italiano se identifica con este hombre un poco metepatas, que “no es un político profesional” sino un ciudadano mondo y lirondo que ha llegado a la presidencia por sus encantos personales y no por la partitocracia. ¿Problemas con Escandinavia, la patria de la mujer liberada? ¡Al carajo con estas monsergas! Sueña el italiano de a pie con ligar suecas; y una primera ministra, dígase lo que se diga, es una mujer. Y ésta donde ha de lucir sus mayores encantos es en la cocina. ¿Y qué tiene que ofrecer esta blancurria? ¡Reno! ¡Menuda cutrería! ¡Donde se pongan los spaghettis que se quite esa bazofia! Berlusconi sí que sabe y exporta las delicatessen italianas por todo el mundo: Casanova, la cocina patria y las canciones napolitanas.
Umberto Eco, en un artículo publicado en El País, relataba cómo el presidente Berlusconi había vetado la entrada en Italia de una especie de arañas que le producían urticaria. ¿Aracnofobia? ¿Otra metedura de pata? En una radio local se decía que Il Cavaliere se había hecho con un periódico que le hacía sombra, un medio de comunicación de la oposición. Esa era la verdadera noticia, si bien a un semiótico como el mismísimo Eco se le había pasado casi por alto. Berlusconi había desviado la atención con una historia extravagante, como había hecho desde su juventud con sus hermosas canciones napolitanas.
En una película Alberto Sordi interpretaba a un empresario sin escrúpulos que estaba en la ruina. Como se había declarado la suspensión de pagos, los empleados se le habían declarado en huelga. Este, con su encantadora sonrisa, se entrevistaba con los obreros – de hombre a hombre, como el millonario de Milagro en Milán- “cinco dedos”, le mostraba el millonario al vagabundo-. Con su arrolladora simpatía desmontaba en apenas unos minutos una huelga que había sido planeada minuciosamente. Unos minutos más tarde el empresario simpaticón hacía los preparativos para acabar con su mujer y devolver la solvencia a la empresa.
Unos años más tarde me sorprendí al ver a un doble de aquel personaje en la presidencia de Italia. Era un poquitín tramposo pero muy simpático, y encandilaba al personal porque de vez en cuando, mientras se elevaban las notas del himno nacional, se ponía a bailar y cantar, como habría hecho cualquier folclórico italiano si hubiera alcanzado la presidencia. “Ese hombre es como yo- pensaría el ciudadano de la calle-. No es un envarado como Andreotti; sí, es un poco pillo; pero con él me tomaría unas pizzas y entonaríamos al final de la cena unas cuantas napolitanas”.
Sin embargo, hasta la complaciente Italia tiene un límite. Los escándalos amorosos de Il Cavaliere salpican los medios de comunicación que nuestro simpático amigo domina con tanta maestría. ¿Qué hará Berlusconi para salvar el culo presidencial? Soluciones sencillas para problemas graves. Se reúne con su amigo de toda la vida, Mariano Apicella, el guitarrista que ha ocupado con los años algunos cargos de confianza, y graba una canción amorosa para desagraviar a su mujer. La primera manifiesta la admiración por la belleza de su esposa con un inspiradísimo y original “bella, bella, bella” y “eres la más bella entre las bellas con una piel de fina seda”. Y la segunda es un bombazo final para cubrirse de futuras contingencias amorosas:“A Gelosia” (los celos). No sabemos cuál es la verdadera reacción de la mujer, todo augura un final feliz. “¡Este Silvio es tremendo!”, pensará quizás entre bastidores. Eso no convence a sus detractores. No obstante, estos tienen la batalla perdida. ¿Por qué? Porque hasta sus más encarnizados enemigos lo siguen llamando Il Cavaliere. Nada se puede hacer contra unos gestos caballerosos. Aun así nuestro Silvio tendría soluciones para todo: si alguien se le ocurriera llamarlo Il Choriccione, entonaría una canción al chorizo con su amigo de toda la vida y nos metería de matute alguna de esas encantadores historias con las que lleva seduciendo desde hace años tanto a jovencitas como a viejos jubilados.

4 comentarios:

  1. Tu artículo es muy divertido, Joaquín, pero la mayor parte del mérito la tiene el protagonista, una especie de Fernando Esteso italiano entreverado de Arturo Fernández que se dedica a canear a sus compatriotas, a darles palmaditas en la espalda (si son tíos; a las tías en el culo), contar paridillas en sus teles y a ganar elecciones. Hay una anécdota muy ilustrativa que comentamos una vez. Berlusconi compró baratos unos terrenos próximos a un aeropuerto, construyó chalets, pero no los vendía por el ruido de los aviones. Solución: ordenó levantar allí un hospital y luego protestó por los ruidos, que no iban a dejar descansar a los pobres pacientes. Por tanto, se desvió el tráfico aéreo y los chalets se vendieron.
    En el instituto tenía un compañero con maneras berlusconianas. Una vez el catedrático de Historia -don José Grima Reig- le pilló en un examen con el libro abierto debajo del pupitre, le recriminó su actitud y aquél, en vez de avergonzarse, se levantó airado, cerró el libro y se le encaró diciéndole que lo que pasaba es que le tenía manía. Hoy el compañero en cuestión no es presidente de ninguna república, pero regenta un despacho de abogados la mar de boyante.

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  2. Es difícil imitar a un genio de la comunicación como Berlusconi, no todos tienen la jeta y la imaginación del italiano; pero lo curioso del caso es que "Il Cavaliere" ha creado escuela. Sarkozy es la versión un tanto matona y antipática, que envuelve su xenofobia tras un romance que acapara la atención de los medios de comunicación. Los otros políticos no siempre recurren a excentricidades, porque carecen de la personalidad de Berlusconi, si bien buscan cortinas de humo- disfrazadas de causas supuestamente justas- para poner un tupido velo sobre asuntos bastante turbios, como la corrupción o la mala gestión. Valga como muestra la polémica “candente” antitaurina; no es más que un circo para distraer a las masas de la gravedad de la crisis y el paro. Todas estas “polémicas” y otras tantas zarandajas son ejemplos de "Storytelling".

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  3. Muy bueno el artículo y muy divertido.

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  4. Me alegro de que te haya gustado. Bienvenido a este blog, amigo anónimo.

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